Y seguimos padeciendo la permanente operación
mediática sobre el Gobierno, y es con el ítem
“crispación” con el que más le suelen pegar. Toda palabra pronunciada
por un funcionario del Gobierno de Cristina o por ella misma, es inmediatamente
remitida a un “crispante ataque”, ya sea a los medios, a un periodista o un político opositor.
Está más que claro que nunca los acusadores se toman
el trabajo de aclararnos cuales son las palabras o las frases “crispadoras” y
las causas de dicha condición de tales.
Cristina, al cumplirse el primer aniversario,
recordó a las víctimas de la tragedia de Once e inmediatamente salieron a darle
con todo.
Primero se cansaron de decir que no se acordó
durante este año de los muertos y que incluso “niega la tragedia”, pero basto
que hiciera una referencia para que salieran a coro a defenestrarla. Eso sí,
con mucho y purísimo amor, por supuesto.
En los links que pongo a continuación se puede ver
que la “negación y el olvido” de Cristina sobre la tragedia de Once es otro
ítem de las constantes operaciones anti kirchneristas:
De más está aclarar que decirle “vieja chota” “hija
de puta” “yegua” y otras lindeces por el estilo a Cristina no tiene nada de
crispante. Hay un profundo y descomunal odio, que es harto visible, que anima a
los que insultan a diario a la Presidenta, que, entre otras cosas, no les
permite aceptar que defendamos nuestras convicciones (nos acusan de violentos
por hacerlo) pero si les permite justificar la agresión, mal llamada escrache,
a Axel Kicillof en un buque junto a su mujer y sus dos pequeños hijos.
Insisto con el tema del escrache: este es una
herramienta política y sus diferencias son más que clara con lo sucedido a Axel
Kicillof: un escrache es anunciado con día, hora y lugar y se lleva a cabo con
presencia policial, para prevenir cualquier desmadre.
La persona escrachada no pierde su derecho de
defenderse o ser defendido, cosa con la que el Viceministro de Economía no pudo
contar. Fue una cobarde agresión
aprovechando una superioridad numérica muy clara y la ausencia de fuerzas de
seguridad y la evidente imposibilidad de poder recurrir rápidamente a ellas.
Fue un ataque y no un escrache. Y adivinen cuál fue el razonamiento final de
las pobres víctimas de la “crispación kirchnerista”: La culpa es del Gobierno.
Ni ese
poquito de honestidad para hacerse cargo de su propia mierda tienen.
Es obvio que el Gobierno confronta. Pero este es un
derecho. Si no es así, ¿para qué está la Democracia? Para el confronte de ideas
y programas políticos-económicos, entre otras cosas de no menor importancia.
Esta oposición que tenemos, ¿acepta que se la pueda confrontar? Me da la
sospecha de que no, ya que se reconocen crispados.
Afirmo que lo que consideran un insulto, una
agresión “crispante” es el simple, natural y esencial derecho a decidir que
ideología elegir y qué tipo de políticas uno debe aplicar.
Al mismo tiempo de que nos acusan de crispadores,
nos piden consenso. Supongo que se referirán al consenso como el que ofreció
Macri cuando creó la cobarde golpeadora de indigentes en situación de calle de
la UCEP. O el que logró para decidir hacer 15 metrobuses y talar árboles en
otras tantas avenidas porteñas.
Tengo la sospecha de que llaman “consenso” al simple
hecho de tener que estar en un todo de acuerdo con ellos.
Recientemente, leyendo un blog kirchnerista, me
encontré con un post que refería a un pasaje más que interesante del libro
escrito por Guillermo Enrique Hudson, “Allá lejos y hace tiempo” en donde
precisamente podemos apreciar la “culpa” del kirchnerismo sobre la “crispación”
En dicho pasaje, Hudson cuenta el pasatiempo
favorito de los jóvenes y educados integrantes de las clases altas de la Buenos
Aires de 1840:
“…Con
el tiempo, descubría que sus peores enojos y sus peores injurias tenían lugar
cuando ciertos jovencitos de las clases altas se hacían presentes.
La
finalidad de sus visitas era divertirse provocando a las lavanderas. Comenzaban
por pasearse entre ellas displicentemente.
Poco
después, proseguían la caminata por encima de algún camisón primorosamente
bordado, lleno de puntillas, o de cualquier otra prenda delicada extendida
sobre el pasto o las rocas.
Deteníanse
tranquilamente los caballeritos a prender un cigarrillo. Instantáneamente una
negra hombruna se ponía de pié, y enfrentando al atrevido, derramaba un caudal
de obscenidades y siniestras maldiciones…”
Link: http://www.bibliocomunidad.com/web/libros/Hudson%20Guillermo%20-%20All%C3%A1%20lejos%20y%20hace%20tiempo.pdf (Página 95)
Como podemos apreciar muy
fácilmente, los integrantes de las clases acomodadas de nuestra Capital ya
estaban crispados hacia el año 1840, más o menos. O sea, el kirchnerismo ya
estaba haciendo de las suyas por esos tiempos.
Y no es la única prueba de las
andanzas crispadoras del kirchnerismo. Podemos, como ejemplos, recordar la
inclusión, por parte de las clases dominantes de la Argentina, en la División
Internacional del Trabajo creada por el imperio británico como productora de
carne y trigo solamente, las masacres de la Semana Trágica y la Patagonia
Rebelde, el 70% de la población argentina en estado raquítico, tal como lo
comprobara el médico catalán Bialet Massé hacia el año 1904, la siniestra,
brutal y criminal explotación que hacían los Patrón Costa de sus peones en sus
estancias, lo mismo que hacía La Forestal, por poner solo unos poquísimos
ejemplos de que la crispación les pertenece en su totalidad a las clases altas desde siempre, a las
cuales pertenecen como continuadores ideológicos y absolutamente faltos de
ética, como sus antecesores, los Macri, los Magneto, los Lanata y compañía.
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