El “periodista” Alfredo Leuco, hace un tiempito,
acusó al kirchnerismo de ser el creador-introductor del odio en nuestro país. En
esta afirmación de Leuco está implícito el reconocimiento de que nos odian de
sobremanera. No es poco ese tácito reconocimiento.
Peeeeeeeeeroooo… la culpa es de Cristina. Y de
Néstor. También lo incluyó, a pesar de que se han cansado de afirmar que todo
iba bien durante el Gobierno de Néstor. Pero nada es perfecto, el también “llenó de odio al país”.
Y lo más lamentable es que hay muchísima gente que
está plenamente convencida de que el odio descomunal que sienten hacia “la
yegua” y los que la apoyamos es culpa del kirchnerismo. No reconocer que lo que
sentimos es responsabilidad de cada uno, es, cuando menos, una aguda falta de
honestidad.
El odio es todito de ellos. Generado en cuerpos y
almas plenas de racismo. Personas educadas, por sus padres y/o colegios, en un
contundente odio de clases. Y el odio de clases es bastante anterior al
kirchnerismo. Incluso muy anterior al primer peronismo.
La afirmación de Leuco es una gigantesca falacia.
Pero a la vez es una afirmación muy simple, que cala hondo en muchas personas.
Y esas simples afirmaciones suelen ser muy difíciles de contrarrestar. Tampoco
debemos perder de vista que los “periodistas” como Leuco son verdaderos
profesionales en el arte de mentir. Además de tener una aquilatada experiencia,
por supuesto.
Es fácil advertir que dicen cualquier mentira, como
esta que me ocupa hoy, y no se ponen colorados.
Saben perfectamente que una
gran mentira puede ser construida con apenas una frase que puede llegar a
ocupar, con toda la furia, un par de renglones. Y ese privilegio que tienen los
mentirosos, los mentirosos que nos atacan lo usan permanentemente.
Ejemplo: “El kirchnerismo introdujo el odio en
Argentina” Menos de medio renglón lleva vomitar esta mentira. No es así con el
hecho de contrarestarla. A pesar de que tenemos un par de miles de años de historia,
como mínimo, que demuestran lo contrario.
En plena lucha sin cuartel por eliminar “la grieta,
el “periodista” Leuco le manda una carta solicitándole al Papa que no reciba a
Cristina, pero la culpa de esa carta es del Kirchnerismo. Amén de que es una
carta plena de amor, por supuesto. ¿En donde se habrá metido Leuco su
republicanismo? Porque a mi me parece que desde una óptica democrática no cabe
pedir que un Jefe de Estado no reciba a otro Jefe de Estado por la simple razón
de que soy opositor a uno de ellos.
Que no esté de acuerdo con que Francisco la reciba
por quinta vez, me parece que es su derecho, pero creerse que por ser opositor
tiene el derecho de oponerse a un protocolo que se respeta a rajatabla en todo
el mundo, me parece que entra en el terreno de la más supina estupidez. El
simple y descomunal odio, en verdad.
Pero de todos modos, el Papa le respondió. Y de esta
manera:
“Estimado
Sr. Leuco: Recibí su carta del pasado 9 (Carta abierta al Papa Francisco) y le
agradezco de corazón que la haya escrito.
El tono sereno manifiesta la voluntad de comunicarse frontalmente y las disidencias se dicen con paz, fluidamente. No hay allí una sola agresión o alguna expresión altisonante. Y esta actitud edifica, une, es constructiva. Gracias, muchas gracias!
El tono sereno manifiesta la voluntad de comunicarse frontalmente y las disidencias se dicen con paz, fluidamente. No hay allí una sola agresión o alguna expresión altisonante. Y esta actitud edifica, une, es constructiva. Gracias, muchas gracias!
En
tres renglones, con la clásica dulzura de la jerarquía católica, Francisco le
dice claramente que no está para nada de acuerdo con su posición, y que no va a
darle el gusto de no recibir a Cristina.
Me permito una confidencia. Al concluir la lectura de su carta me vino a la mente una de las Bienaventuranzas: “Felices los mansos, porque recibirán la tierra en herencia” (Mt 5, 4). La mansedumbre, esa actitud tan ligada a la paciencia, a la escucha, a la ponderación y que -a veces- en el imaginario colectivo se la confunde con pusilanimidad. Pero no es así: en realidad es la virtud de los fuertes.
Me permito una confidencia. Al concluir la lectura de su carta me vino a la mente una de las Bienaventuranzas: “Felices los mansos, porque recibirán la tierra en herencia” (Mt 5, 4). La mansedumbre, esa actitud tan ligada a la paciencia, a la escucha, a la ponderación y que -a veces- en el imaginario colectivo se la confunde con pusilanimidad. Pero no es así: en realidad es la virtud de los fuertes.
En
el párrafo siguiente el Papa le recuerda una de las Bienaventuranzas, la de los
mansos. Con lo que me parece que le está diciendo que si está tan seguro de
tener toda la razón, que espere, que sin duda el triunfo en Octubre será de
ellos. Y si no es así, que siga mansamente por la vida, ya que si bien la carta
al Papa no contiene agresión hacia su persona, si la tiene, y mucha, hacia la
persona de Cristina. El pedido rebalsa de odio.
Nuevamente,
gracias. Y, por favor, le pido que no se olvide de rezar por mí. Que Dios lo
bendiga.
Fraternalmente,
Francisco”.
Fraternalmente,
Francisco”.
Las
negritas me pertenecen.
Este
“periodista independiente” disfraza su pedido lleno de odio en la “verdad
revelada” de que recibir a “Cristina por
quinta vez” es “un error” que indudablemente entraña un peligro descomunal para
el país todo. Delirio fenomenal y no hay posibilidad de que a ese delirio nos
lo puedan presentar como amor.
Simplemente
odio. De cuya génesis y emisión son responsables esos odiadores. La historia
del mundo está repleta de pruebas de que el odio que sienten las clases
dominantes hacia los pobres no es creación del kirchnerismo. Y se pueden fijar
en la Biblia si no me creen.
El
odio de clase, del cual Leuco es una de sus abanderados y difusores cuenta con paradigmas
como la época anterior a la Revolución Francesa. La poderosa aristocracia que
tenía sumida en la miseria y la explotación a toda la población, fue barrida
del mapa, y no precisamente porque amara al “populacho”.
Odio
que en Argentina tuviera sus conspicuos continuadores, como la Sociedad Rural
Argentina, patrocinadora de toda represión y masacre que hubo por estos lares.
Podemos recordar las de la Semana Trágica y la Patagonia Rebelde, que entre
ambas suman unos 2300 obreros masacrados, por el pecado de… reclamar la jornada
laboral de 8 horas.
Y
no son las únicas manifestaciones de “perfección y el amor” que han llevado a
cabo los ahora mandantes del “periodista” Alfredo Leuco.
Bombardeo
a Plaza de Mayo, golpe del 55, robo del cuerpo de nuestra líder espiritual,Evita,
proscripción del peronismo, amorosa actitud que pervivió por espacio de 18
años. Y siguientes golpes de estado, como los 26 pronunciamientos y 6 intentos
de golpe de estado que tuvo que sufrir el Gobierno de Arturo Frondizi.
Frondizi,
debemos recordar, subió con los votos del peronismo, tal lo acordado por el
desarrollista con el General Perón, acuerdo que luego el narigón se olvidó de
cumplir. A pesar de lo cual, los grandes amadores del pueblo argentino, igual
voltearon.
Lo
mismo hicieron con el Gobierno Radical
encabezado por Arturo Íllia, que había ganado el sillón de Rivadavia sin los
votos del peronismo, con un 25% del total de los sufragios. O sea, sin duda
para todos los amadores, era un Gobierno perfecto ya que no tenía ningún voto
de “negro cabecita”. Nos aman por igual a todos, los patrones de Leuco.
Como
es fácil advertir, el génesis del odio hacia el kirchnerismo no está en Néstor
y Cristina. Si tenemos ganas, podemos seguir hurgando en la historia, tanto
antigua como la más reciente, y podremos ver como surgen ejemplos a montones de
un odio del que el kirchnerismo solo es el receptor.
No
puedo evitar recordar una de las “verdades” mas paradigmáticas del antiperonismo,
que no fue precisamente generada en el amor: “los negros se hacen el asado con
el parquet de las casas que les regaló el tirano”
Levantar
el parquet para usarlo para hacer un asado es una muy eficiente forma de suicidio,
ya que esa madera está impregnada de productos químicos que al encenderse
generan un gas con cianuro, veneno si los hay, impregnando la carne y matando
al que la coma.
Al
antiperonismo, como podemos ver, siempre lo motivó el amor.
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