Recientemente se realizó una marcha más del
Ni Una Menos, algo que me parece concitó el sincero apoyo de muchísima gente, y
que conste que digo muchísima gente y no toda la gente.
Hoy día podemos decir, por suerte, que está
claro que se llega a la decisión de matar por el hecho de que es una mujer y
porque “me pertenece”. Machismo en su estado más puro. Uno de los relatos más
siniestros con que se ha manejado la humanidad, muy vigente desde hace varios
miles de años.
Aunque la toma de conciencia sobre que
existe el feminicidio me parece que es algo relativamente nuevo, a pesar de que
el matar mujeres por el hecho de serlo es tan viejo como la humanidad. Hace ya
bastante rato que la mujer está en el fondo del pozo. Sintetizando, no valen
nada.
Falta sin duda, mucho camino por recorrer
todavía, pero no es poco que hoy estemos hablando de que se mata mujeres por
ser precisamente eso.
El machismo, algo que a muchos en este
mundo, y me incluyo, nos ha formado, ha ocasionado infinitas tragedias. Tal vez
alguien me pueda decir que es de Perogrullo lo que digo, pero con solo pensarlo
un poquitito se darán cuenta que no es así.
Las 300 mujeres asesinadas en el último año
no tienen nada de perogrullada. Y el machismo tiene bastante que ver en el
tema.
Recuerdo durante mi niñez y adolescencia haber sido formado en
dos creencias fundamentales con respecto a la mujer, la virginidad y su
contrapartida, la putes. Era muy raro (en realidad, imposible) que pudiéramos escuchar
a algún adulto hablar de que se había casado con una mujer que no estaba
virgen. La virginidad era un “valor” irrenunciable al mismo tiempo que coger
era para el varón también un valor irrenunciable, del que todos se
vanagloriaban.
Hay una contradicción ahí, me parece. Se
defendía la virginidad de la mujer a ultranza al mismo tiempo que se trataba de
coger a todas las mujeres que se te cruzaran.
La virginidad en la mujer era una virtud,
mientras que en el varón era un estigma. Perder la virginidad por parte de una
mujer era ocultado mientras que en el hombre era proclamado a los cuatro
vientos. Poner más claro la contradicción en la que fuimos educados no me es
posible.
Pero lo intentaré: en el mismo momento y el
mismo lugar, mientras el varón se está enalteciendo como tal, la mujer se está
denigrando. Me explico mejor, mientras el macho se está cogiendo a una mujer se
está convirtiendo en más macho, mientras que la mujer que está “siendo
penetrada” se está convirtiendo en un ser descartable, en un simple agujero.
Esto lo tienen muy en claro las mujeres hoy
en día, pero sostengo que el concepto de puta sigue teniendo un descomunal
poder de penetración en las cabezas de la gente. Principalmente en los pueblos
chicos, a donde los cambios culturales suelen tardar un poco más en llegar.
El machismo, un relato cultural muy
fuertemente arraigado incluso en las mentes de las mujeres, puede ser advertido
en la forma en que nos referimos al coito: el coito es la penetración por parte
del hombre de la vagina de la mujer.
Algo que es a todas luces un gigantesco
error. No hay penetración, lo que hay es un mutuo encaje. ¿O acaso se puede
afirmar tajantemente que es el tornillo el que se mete dentro de la tuerca?
También ahí hay un encajamiento. No las cogemos a las mujeres, nos cogemos con
las mujeres.
El tema de la virginidad y del coger tuvo
un momento que si no fuera por lo trágico que fue para las mujeres
involucradas, podríamos reírnos un poco, y fue en la edad media, en donde a
muchas mujeres se las mató en la hoguera por haber tenido relaciones con un
íncubo, esto es, un demonio.
Pobres muchachas, calentarse y coger con el
tipo que no era el poderoso de la zona, a algunas se lo hicieron pagar muy
caro.
Se preguntaran a donde mierda quiero llegar
con todas estas resabidas cosas que estoy contando. Simplemente quiero llegar
al tema de la putes de la gallina, algo tan caro a nuestros machistas
sentimientos, y quiero llegar para afirmar algo muy simple: la putes no existe,
malditos asesinos.
Lo que llamamos putes es simplemente tener
relaciones sexuales, que para eso traen las mujeres algo que se llama vagina,
que por rara casualidad encaja perfectamente en lo que traemos nosotros.
La putes es un relato. Tiene la misma
entidad que el frío. El frio te molesta, te enferma y te mata, pero no existe.
El frío es una construcción de nuestras mentes, lo que sí existe es el calor y
a su ausencia es lo que llamamos frío.
A la ausencia de virginidad la llamamos
putes, cuando en realidad es solo tener relaciones sexuales, que es lo único
que nos gusta de verdad, lo demás es lo de menos. Venimos a este mundo preparados
para eso. Anatómica y psicológicamente, tengas la inclinación sexual que
tengas.
El origen del concepto de que la mujer es
puta si tiene relaciones sexuales se pierde en la noche de los tiempos, aunque
muchos afirman que fueron las religiones quienes lo implantaron, sin embargo yo
creo que no es así, si bien las religiones se encargaron de difundirlo y
mantenerlo creo que la cosa viene por el lado de asegurarse, allá por los
tiempos pretéritos, de que el primogénito fuera hijo legítimo del marido, ya
que era él quién se quedaría con lo que dejara el padre al morir.
Y degeneró en lo que hoy está sufriendo la
mujer. Estar en el fondo del pozo. Desde hace miles de años. Solo les resta ir
mejorando (Serrat dixit) Mal que les pese a algunos.
Quiero decir que nada tiene que ceder o
cambiar en su forma de ser, ya que ha sido y sigue siendo para masivas
cantidades de personas, un simple agujero, solo tiene que ir recuperando sus
derechos. Y dije recuperando porque considero que esos derechos son naturales,
pero les son quitados en el mismo momento de nacer. Nosotros nos tenemos que ir
acostumbrando a ir viendo como la mujer sigue aumentando su participación en
derechos que hoy son solo privilegios de hombres, como el derecho de ganar el
mismo sueldo que un varón por igual
tarea y responsabilidades.
¿Y cómo haremos para saber que la mujer ha
conquistado todos los derechos que le faltan? Considero que es muy simple:
Cuando a la mujer se la valore positivamente por la cantidad de relaciones
sexuales que tuvo. A más polvos, más y mejor mujer. Igualitas a nosotros.
No va a ser fácil, algunas, por gran
desgracia, no llegaran a verlo, quedarán en el camino tal lo que parece indicar
la locura asesina de tantos machistas. Pero la reciente marcha del Ni Una Menos
me da firmes esperanzas que mis hijas, o tal vez mis nietas, puedan llegar a
vivir en un mundo en donde ya no exista la putes, ni el derecho de propiedad
sobre la mujer, ni por consiguiente, el feminicidio.
Y mientras llega la necesaria y maravillosa
igualdad, ¿Qué hacemos? ¿Seguimos contando mujeres asesinadas de a 300? Algo
hay que hacer. Algo nuevo.
Es imposible pretender que a cada mujer
golpeada o amenazada se le ponga una guardia personal para protegerla, pero sí
se podrían centralizar en una locación a todas las mujeres en esa situación,
locación en la que lograrían vivir con sus hijos y trabajar en la fabricación
de ropa, zapatillas y panadería, por ejemplo. Lo que ayudaría a aliviar los
gastos del Estado en protegerlas. Y se las podría proteger de manera muy
efectiva.
Decía más arriba que a las féminas las
consideramos un simple agujero, y resulta que, por rara casualidad, esa
condición es gemela de la putés.
Porque los agujeros, lacras feminicidas, al
igual que la putés, no existen, solo existe la materia que los rodea y que les
da forma, diámetro y profundidad.
Ah, y les recuerdo un detalle anatómico: la
zona más sensible de la vagina es el tercio más cerca de la parte externa. A no
vanagloriarse, que es al pedo. De nada.
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