Desde que de alguna
manera empecé a participar en política, como simple militante hace ya más de 45
años nunca me había encontrado con lo que es la marca registrada de esta
década, para mí también, ganada: el odio mas descomunal vertido por una
oposición que hayamos podido ver en nuestra historia reciente. Digamos los
últimos 50 años.
Es más que probable
que si algún opositor lee este post, responderá que la culpa es de Cristina. Y
no es un simple parecer el mío, es lo que siempre contestan cuando les es
imposible negar esa profunda y oscura negatividad que los anima. Y tampoco
estoy de acuerdo con esa culpabilidad de Cristina.
Nadie se pierde por
los pecados ajenos. El odio que sienten les pertenece en su totalidad. Es cierto
que el kirchnerismo no es perfecto y puede estar haciendo cosas mal, ¿Quién lo
niega? Dentro del kirchnerismo, digo. Ni siquiera Néstor ni Cristina lo han
hecho. Baste recordar el discurso de despedida de la presidencia que dio
nuestro querido pingüino.
Es muy fácil comprobar
lo que digo sobre el odio descomunal que sienten no solos los dirigentes
opositores, sino también todo el cúmulo de periodistas y militantes de esos
partidos opositores: basta recorrer los foros de La Nación, Clarín y Perfil. A
qué negarlo, además de molestarme esas acusaciones de corruptos que vierten
desde Cristina inclusive para abajo esta gente, me ha llamado mucho la atención
la homogeneidad de que tiene ese colectivo tan lleno de un odio descomunal que a mi que lo padezco también por ser
kirchnerista hay veces que no lo puedo creer.
En su momento el ahora
kirchnerista arrepentido Lucas Carrasco publicó una investigación en donde
mostraba el accionar de una agencia de publicidad llamada La Ese, propiedad de
un tal Carlos Souto, que había sido contratada para generar la aparición de
miles de mensajes en los foros criticando al Gobierno, o sea, actividad
opositora paga, opositores profesionales.
En su momento eso
explicó en una gran parte esa extraña, para mí, homogeneidad. Pero pasado el
tiempo, al ver que, por ejemplo, también era muy común encontrar en la calle o
en los bares a gente con la misma actitud, esa cosa de La ese, terminó
pareciéndome insuficiente como explicación de tanta y perfecta homogeneidad.
Es que no solo son
homogéneos en el odio descomunal e
hiperinsultador si no que también son homogéneos en la falta de
argumentación. Hay un director de orquesta en ese concierto fétido, y son los
medios Clarín y La Nación, qué duda cabe, pero igualmente no me cerraba
totalmente la cosa.
Hasta que de manera
fortuita me enteré que un fulano, alemán él, entre las tantas cosas que escribió,
pergeñó un pequeño compendio al que dio en llamar “38 FORMAS PARA GANAR UNA
DISCUSIÓN”. El filósofo en cuestión se llamó Arthur Schopenhauer(1788-1860)
Fueron extraídas de su
libro El arte de
la controversia, en el
que el filósofo alemán reflexiona sobre el arte de discutir (dialéctica erística) de
tal manera que se tenga razón lícita o ilícitamente —per fas et nefas.
Lícita o ilícitamente. Esa es la cuestión. Y eso es lo que
sostengo que hacen cualquiera de la oposición que entre en una discusión ya sea
de manera personal, en un programa televisivo o en los foros de internet. En
los links que puse más arriba se pueden leer a las 38 formas, yo solo me voy a
referir a la que me parece más representativa de nuestra querida oposición.
La forma 38:
Cuando se advierte que el adversario es superior y se
tienen las de perder, se procede ofensiva, grosera y ultrajantemente; es decir,
se pasa del objeto de la discusión (puesto que ahí se ha perdido la partida) a
la persona del adversario, a la que se ataca de cualquier manera.
Puede denominarse a este procedimiento argumentum ad personam, distinguiéndolo así del argumentum ad hominem, que consiste en alejarse del objeto de la discusión
atacando alguna cosa secundaria que ha dicho o admitido el adversario. Ad personam, en cambio, se procede abandonando por completo el
objeto en discusión y atacando a la persona del adversario; así, uno se torna
insolente y burlón, ofensivo y grosero.
Se trata de pasar de la apelación de la fuerza del
espíritu a la fuerza del cuerpo, o a la bestialidad. Esta regla es muy popular;
como todo el mundo está capacitado para ponerla en práctica, se utiliza muy a
menudo. Querrá ahora saberse cuál será la contrarregla valedera para la otra
parte, pues si también sigue por el mismo camino, la cosa acabará en pelea, o
duelo, o en un proceso por injurias.
Cualquier parecido con
la conducta llevada a cabo por toda la oposición argentina, no tiene nada de
casual.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario