Continuando con mi caradurismo me sigo
metiendo con el tema del Derecho Natural y lo que a mi me parece que son
algunas de sus consecuencias.
Recientemente en un foro en donde suelo
publicar mis posteos un forero me echó en cara que no había reconocido que la
Declaración Universal de los Derechos Humanos se basa precisamente en el
Derecho Natural, falta de reconocimiento que es absolutamente cierta. Pero
también es cierto que esa Declaración no es un problema, sino que es todo lo
contrario.
Las cosas suelen ser ambivalentes, o sea,
tener la capacidad de generar cosas buenas como también cosas malas. Y muy
malas algunas, diría yo.
Y una de esas cosas muy malas que ha
generado el Derecho Natural, o al menos haberle dado sostén intelectual, es el
individualismo exacerbado. Y no es que estoy diciendo que el individualismo es
absolutamente malo, lo que quiero decir es que en el mundo existió y existe hoy un individualismo
exacerbado, algo que es a mi humilde entender, una barbarie.
Por el contrario, el Derecho Positivo pone
de manifiesto a la construcción colectiva, ya que eso es una Nación, una
construcción de muchos en donde hay que dejar de lado algunos deseos muy
individualistas, muy naturales por cierto, pero que no sirven a la causa de
tener un País.
Recientemente se pudo ver, en la ciudad de
Rosario a que nos lleva el
individualismo cuando no tiene el freno que el iuspositivismo ha generado y que
hace posible la existencia de una sociedad civilizada. La cosa es muy simple,
terriblemente simple y se llama “justicia” por mano propia, una clara muestra
de barbarie, que solo tiene sustento en un exacerbado individualismo que ya
sabemos de donde obtiene su sustento intelectual.
El caso fue que un grupo de vecinos mató a
golpes a un muchacho, al que para no hacer demasiado larga una posible
discusión al respecto, voy a dar por cierto que era “un delincuente”. Un
aspecto más que remarcado en el Derecho Positivo es la delegación de la
punición a manos de un poder, el Poder Judicial, que es el que se encarga,
otorgando las debidas garantías concedidas, en aras de la civilización, por
nuestra Carta Magna, de castigar, tal vez no adecuadamente (todo puede ser en
este mundo) al que comete un delito.
Esto que acabo de decir es algo muy simple
de entender, pero el barbárico hecho de Rosario a puesto de manifiesto que hay
sectores de la sociedad que no lo tienen asumido, y no me refiero solamente a
los ejecutores del homicidio, sino también a los miles de mensajes publicados
en diarios como La Nación y Clarín dando
apoyo a semejante barbaridad.
Incluso ese apoyo provino también de parte
del periodismo opositor, que tras una crítica, muy leve a mi parecer,
terminaban justificándolos muy sutilmente, con frases como “el estado está
ausente” “la gente está cansada de tanta inseguridad” y otras por el estilo.
La actitud de hacer justicia por mano
propia es, por más que a muchos no le guste, volver a la época de las cavernas,
al ojo por ojo, diente por diente , que si bien en su momento significó una
mejoría substancial para las sociedades de hace más de 3000 años, hoy no lo es
así.
En esa época no existía el Contrato Social,
ni mucho menos su consecuente división de poderes.
Se les puede reconocer a los linchadores,
simples homicidas en realidad, alguna dosis de razón. Y no de favor, por
supuesto. Hay una cantidad muy importante de hechos delictivos, sin duda, hay
muchos jueces que entienden el garantismo por el lado de dejar en libertad a
peligrosos delincuente, algunos violadores homicidas, se tardan años en llegar a una condena en un juicio
por comisión de delito, pero es muy importante advertir que hay también una
innegable utilización política-electoralista de esos delitos: “estamos
inseguros”
Prima facie, quienes aseguran que “estamos
inseguros” tienen derecho a pensar y opinar tal cosa, porque para eso está nuestra CN, pero no debemos olvidarnos de que
cada derecho nos genera una obligación.
Y esa obligación en este caso
específicamente esta graficada por el muy simple hecho de aclarar que están
emitiendo opinión, además de explicar cómo es que miden la inseguridad, quién
creó ese sistema y quién lo homologó, si es posible la seguridad total que
reclaman, si hay algún país en el mundo en el que no exista la comisión de
delitos, o que país ganó la “guerra al narcotráfico”.
Tal vez esté equivocado, pero esa ausencia
de datos tan importante en el discurso de los medios que aseguran que estamos
en “un infierno de inseguridad” es una clara muestra de intereses sectoriales
muy extremistas, muy excluyentes. Falta honestidad en ese planteo, legítimo en
principio: Mostrar las pruebas de lo que dicen.
El relato de “estamos muy inseguros” me
parece a mí que está sobradamente impuesto en la sociedad, relato al que yo
considero una vulgar falacia guebeliana, ya que es imposible la no existencia
del delito, por lo tanto, la cuestión de tomar un caso, por ejemplo, la
tragedia de Carolina Píparo como el todo es una clara muestra de el accionar de
un sector minoritario de la Nación en busca de imponer a toda la sociedad una
ínfima (y absolutamente terrible por cierto) parte de la realidad como la
realidad de todos: “A todas las embarazadas les balean la panza y le matan el
bebé”.
Quienes tienen ese relato, basados sin
dudas en hechos reales, son minoría, pero una minoría barbárica, y no lo digo
porque opinan distinto a mí, sino porque no aceptan que es un concepto tan
debatible como cualquier otro, y por el contrario, hablan del tema como si
fuera algo que está fehacientemente comprobado.
Y por supuesto, que en el colmo de la
barbarie tampoco nos dicen, como reclamo mas arriba, mediante que sistema miden
la inseguridad y además quién lo creó y
quiénes lo homologaron. Tampoco son tan repetitivos en los informativos
televisivos y radiales como sí lo son con los hechos de “inseguridad” con el
Índice de Criminalidad, índice que desmiente bastante el concepto de “estamos
muy inseguros”.
Esta actitud es muy fácil de advertir
solamente prestándole atención a la dialéctica que usan para referirse o
preguntar sobre “la inseguridad”: Sin ningún margen para la duda para el
debate. Las preguntas siempre conllevan la respuesta afirmativa: “estamos muy
inseguros”.
El haber impuesto tal concepto a la
sociedad, sin los estudios científicos o técnicos que lo avalen y sin aceptar
humildemente un respetuoso debate sobre el asunto, es una imposición de
intereses individuales por sobre los intereses colectivos, intereses individuales que naturalmente todos
tenemos pero que debe entenderse que primero está el interés colectivo, el que
genera la existencia de la Nación, que es el medio ambiente en donde los
intereses individuales podrán desarrollarse.
Y digo desarrollarse, no imponerse ni dañar
los demás intereses que son tan legítimos como los del sector que en este país
a impuesto el relato de la inseguridad como hecho incuestionable. También es
fácil advertir un claro racismo clasista en los emisores de tal relato, ya que
siempre hablan de los “chorros”, los “motochorros” o drogadictos, pero jamás
hacen referencia como factor de inseguridad a los financistas del narcotráfico
y los bancos que los protegen, como tampoco consideran inseguridad a los hechos
en donde muere gente atropellada por autos u ómnibus.
Tampoco consideran un factor generador de
inseguridad a la evasión a pesar de que esa evasión en argentina llega al menos
al 50%, y que al ser un dinero que no entra al Estado es un dinero que no se
puede gastar en educación y contención de personas en riesgo, como tampoco
comprar más patrulleros, contratar más policía y hacer mas comisarías y cárceles,
por supuesto.
La evasión y la consiguiente fuga del país
de ese dinero robado, y digo robado por que al ser un dinero que está incluido
en el costo del producto o servicio que se vende y es pagado por el comprador
de ese producto o servicio y no es ingresado a las arcas del Estado, esto es, a
las arcas de todos, es claramente un robo, muestra del mas barbárico
individualismo, ¿que donde encuentra su basamento, su justificación?
Y ese robo, llamado comúnmente evasión
tiene el mismo génesis que los hechos relatados en esta historia que sigue a
continuación:
Apple y el trabajo esclavo:
Toda mercancía es una máscara que oculta una historia: la del trabajo
necesario para crearla. Los bellos y admirados productos Apple esconden
historias sórdidas, de sobreexplotación, trabajo de menores, represión,
condiciones infrahumanas y alta tasa de suicidios. Todo este horror se
despliega en la empresa china Foxconn, que trabaja para Apple y es conocida
como “la fábrica del infierno”. Detrás de la tecnología de punta y el delicado
diseño, detrás de la seductora historia de Steve Jobs, hay otras historias que
dramatizan, entre otras cosas, la globalización, el capitalismo actual y el rol
del Estado chino en ese contexto. 12 horas diarias, 7 días a la semana: 350
pesos de sueldo por mes. Y hay que firmar que uno no se va a suicidar, eso
sí. (…) El sitio estadounidense Democracy Now ofreció un informe sobre la
serie de protestas contra la firma: “Los manifestantes recorrieron unas seis
fábricas de Apple en todo el mundo para pedir reformas de las condiciones
laborales en las fábricas de los proveedores de Apple en China”, señaló el
sitio al tiempo que mencionó que las protestas “se producen poco después de que
se conocieran las duras condiciones y el opresivo ambiente laboral en Foxconn,
el polémico proveedor chino de Apple, donde se suicidaron más de diez empleados”. Fuente
Link a la nota completa: http://parapensar-eduardo.blogspot.com/2014/04/viviendo-en-un-tupperware.html
Este es un claro ejemplo de la preeminencia
del interés individual, el de los dueños de Apple, por sobre el social o colectivo: el de los trabajadores
que hacen posible la existencia de todo lo que se consume en el mundo.
Pura barbarie.
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