A
lo largo y ancho de la historia hemos tenido grandes filósofos que nos han
aportado disquisiciones más que interesantes sobre la Ética y la Moral.
Si nos tomamos el trabajo de repasar esos escritos, creo que se puede asegurar con certeza que la defensa de la vida y el respeto de la condición humana son los ejes sobre los que han escrito la mayoría.
Incluso podemos afirmar que el resurgimiento de la democracia a posteriori de la Revolución Francesa fue el corolario de más de 2000 años de filosofar y debatir sobre los que tienen que ser los valores máximos de la humanidad.
La democracia surge pensada como un ámbito para la discrepancia pacífica, para en suma continuar con el conflicto entre los distintos intereses de clases que forman parte de una sociedad, del mundo, por la vía política, esto es, confrontar los distintos proyectos mediante el debate y conseguir el necesario consenso.
Es lógico suponer, me parece, que por dispares que sean dos proyectos deben estar coincidiendo en un componente, como mínimo, que es la aceptación de la existencia, de la dignidad del otro de manera incondicional.
Lo cual no significa aceptar todo lo que el otro proponga.
Aceptar al otro, reconocer su dignidad, sus derechos. Simplemente respetar y convivir, tanto en lo referente a las distintas clases sociales o etnias que pueden existir dentro de un país como entre naciones. Es cuantiosa la cantidad de tratados escritos sobre lo que es lo mejor para la humanidad, hay para todos los gustos.
¿Pero todo lo escrito tiene la misma orientación, esto es el respeto y la defensa de la vida, de las personas, sea cual fuere su raza, color, religión o clase social? Creo que no. No todos son escritos sobre los valores supremos, sostengo que hay muchos que hablan de otra cosa.
Son escritos sobre antiética, anti vida, anti dignidad humana.
Son los que promueven el racismo y la xenofobia. Son los que generan “sustento intelectual” a los partidarios de “lo extranjero es malo, siniestro”, de “razas superiores”, de “clases superiores”.
¿Qué regla ética genera daño en las personas? Ninguna. Si bien racismo y xenofobia son dos cosas distintas, uno es sentimiento de superioridad y la otra es una ideología, considero que muchas veces van unidas.
Si nos tomamos el trabajo de repasar esos escritos, creo que se puede asegurar con certeza que la defensa de la vida y el respeto de la condición humana son los ejes sobre los que han escrito la mayoría.
Incluso podemos afirmar que el resurgimiento de la democracia a posteriori de la Revolución Francesa fue el corolario de más de 2000 años de filosofar y debatir sobre los que tienen que ser los valores máximos de la humanidad.
La democracia surge pensada como un ámbito para la discrepancia pacífica, para en suma continuar con el conflicto entre los distintos intereses de clases que forman parte de una sociedad, del mundo, por la vía política, esto es, confrontar los distintos proyectos mediante el debate y conseguir el necesario consenso.
Es lógico suponer, me parece, que por dispares que sean dos proyectos deben estar coincidiendo en un componente, como mínimo, que es la aceptación de la existencia, de la dignidad del otro de manera incondicional.
Lo cual no significa aceptar todo lo que el otro proponga.
Aceptar al otro, reconocer su dignidad, sus derechos. Simplemente respetar y convivir, tanto en lo referente a las distintas clases sociales o etnias que pueden existir dentro de un país como entre naciones. Es cuantiosa la cantidad de tratados escritos sobre lo que es lo mejor para la humanidad, hay para todos los gustos.
¿Pero todo lo escrito tiene la misma orientación, esto es el respeto y la defensa de la vida, de las personas, sea cual fuere su raza, color, religión o clase social? Creo que no. No todos son escritos sobre los valores supremos, sostengo que hay muchos que hablan de otra cosa.
Son escritos sobre antiética, anti vida, anti dignidad humana.
Son los que promueven el racismo y la xenofobia. Son los que generan “sustento intelectual” a los partidarios de “lo extranjero es malo, siniestro”, de “razas superiores”, de “clases superiores”.
¿Qué regla ética genera daño en las personas? Ninguna. Si bien racismo y xenofobia son dos cosas distintas, uno es sentimiento de superioridad y la otra es una ideología, considero que muchas veces van unidas.
El odio,
repugnancia u hostilidad hacia los extranjeros o a los distintos, a los que
pertenecen a otra clase social, se han unido de manera constante a lo largo de
la historia, con el sentimiento de superioridad, con esa exacerbación del
sentido racial de un grupo étnico y han generado verdaderas tragedias, como el
Holocausto, sin ir más lejos.
¿Este descomunal y monstruoso genocidio se basó en que reglas o valores éticos? El basamento utilizado para justificar tal monstruosa acción tiene una receta muy simple: racismo y xenofobia.
Esa forma de sentir y pensar es lo que lleva a algunos sectores sociales a descalificar, a odiar, a hostilizar, agredir y a sentirse superior a alguien ya sea por su raza, religión o clase social. Y siempre esa forma de sentir termina en algo todavía mucho más grave: le negación absoluta de la condición humana del descalificado, del “inferior”
¿Y para qué?
¿Este descomunal y monstruoso genocidio se basó en que reglas o valores éticos? El basamento utilizado para justificar tal monstruosa acción tiene una receta muy simple: racismo y xenofobia.
Esa forma de sentir y pensar es lo que lleva a algunos sectores sociales a descalificar, a odiar, a hostilizar, agredir y a sentirse superior a alguien ya sea por su raza, religión o clase social. Y siempre esa forma de sentir termina en algo todavía mucho más grave: le negación absoluta de la condición humana del descalificado, del “inferior”
¿Y para qué?
En Argentina,
¿se ha sufrido alguna vez el accionar del racismo y la xenofobia? Sostengo que
sí. Y podríamos empezar con el término de aborigen, contracción de Ab- origen,
que está antes del origen, que no tiene alma, que en suma, es inferior, y por
lo tanto, se lo odia y se lo hostiliza. Y se lo roba y masacra.
Recordemos por
caso, la muy mal llamada “campaña del desierto”.
Son sin dudas,
dos cosas distintas racismo y xenofobia, pero siempre ambas se terminan
juntando, potenciando y apuntando a lo mismo: el dominio y, eventualmente, la
destrucción del otro.
Y esta “sociedad”, en Argentina, se siguió dando durante todo el siglo 20 y en lo que va del 21.
Y esta “sociedad”, en Argentina, se siguió dando durante todo el siglo 20 y en lo que va del 21.
Basta recordar
las masacres y los golpes de estado. “Sociedad” que sostengo también generó la
desaparición de personas, una vuelta de tuerca del rechazo al distinto, al que
es “inferior”, es “demoníaco” por pensar
y pretender un proyecto político distinto al implementado por las clases
“superiores”, las clases con “identidad cultural perfecta”.
Tal
“sociedad” se sigue dando hoy en algunos sectores de nuestro país, por ejemplo,
apoyando políticas que favorecen el pago de sueldos de hambre a amplios
sectores de la sociedad, y así detrás de la fachada de la pertenencia a una
“innegable superioridad” negar su profunda avaricia, sus criminales intenciones
y miserias para con este país
O desvalorizando
el voto de esos sectores o forma de pensar, para, al fin y al cabo, terminar
justificando el ajuste, la criminalización de la proteste social y subsecuente represión y eventual y
deseable muerte de estos “seres inferiores”.
¿Podemos echar
luz sobre quiénes son esos “seres
inferiores” de nuestro país en la actualidad? Son los “choripaneros”, “los KK”,
los “cabecitas negras”, los “bolitas”, el “aluvión zoológico”, y por supuesto,
nos alcanza a “todos los defensores del
modelo k, que son pagos”
Esta descalificación también puede presentarse enfocada, disfrazada en la crítica hacia otros aspectos, como pueden ser los gustos musicales, de vestirse, en los nombres usados para ponerles a sus hijos, de hablar.
Esta descalificación también puede presentarse enfocada, disfrazada en la crítica hacia otros aspectos, como pueden ser los gustos musicales, de vestirse, en los nombres usados para ponerles a sus hijos, de hablar.
Pero siempre
está el mismo sustrato: el racismo y la xenofobia, es la “inferioridad” y la
pertenencia a una identidad cultural merecedora de odio, recelo y hostilidad, y
la solución más ofrecida: “Hay que
matarlos a todos”.
El “hay que
matarlos a todos” es una afirmación que a los “biempensantes” se les escapa muy
seguido, cuando de un delincuente o un piquetero de piel oscura se les cruza.
Pero no les sale cuando el delincuente vive en un country, como Carrascosa y
familia o el cura violador Grassi.
Nada de defensa
de la dignidad de la vida. Nada de defensa de aquellos valores, que si se los
aplicamos a los racistas y xenófobos, van a salir, por supuesto, que
beneficiados. Solo la ambición, la avaricia, el quedarse con todo el poder y
las riquezas, coas a todas luces muy cierta. Si la derecha considera que esta
afirmación es errada, debería aclarar que otra cosa hay además de los valores éticos.
Solo el dinero y el poder absoluto. Y lo quieren todo, como siempre. Ajuste
europeo dixit.
Nada Ético o
Moral se puede encontrar en el racismo y la xenofobia. Nada bueno pueden
ofrecer un racista y un xenófobo cuando se juntan, y mucho menos cuando sienten
el olor al dinero.
El odio, repugnancia y la hostilidad
hacia los extranjeros, hacia los distintos, junto a la “superioridad étnica”, han sido padecidos por el mundo en demasía, se
sigue padeciendo en demasía, visible de manera clara en los ataques a
latinoamericanos que se han dado a montones en
Italia y España. Historia que conocemos muy bien, y que no por repetida
es menos siniestra.
Y de estos
“seres óptimos” hay muchos en el mundo.
Y
en Argentina, ni hablemos. Y están todos en el “mercado”, reclamando por los
pobres, por los desocupados, criticando y culpando a Cristina por qué “no hace
nada por ellos”, pero ni bien el Gobierno le da algo a un pobre, a un
necesitado, comienzan a vociferar: “le dan plata a los vagos”, “hacen
clientelismo”. Podemos decir que
debido a la “perfección” de la que son portadores, al racismo y a la xenofobia
le agregan la hipocresía.
Perfección
que por supuesto les impide a todos los partidarios del exclusivismo y la
hostilidad aceptar que la ciencia, a través de la decodificación del genoma
humano, a podido demostrar de manera tajante, que no existen distintas razas,
que sólo hay una, que el origen es común a todos, con integrantes con distintas
particularidades, conformando comunidades humanas definidas por
afinidades lingüísticas y culturales, pero de ninguna manera por
“inferioridades”.
Las
relativas diferencias que son utilizadas para justificar el hablar de “razas”
son diferencias producto de la historia cultural de cada pueblo.
Hay un lema
que resume esta verdad comprobada científicamente: Somos diferentes, somos
iguales.
Habría que
preguntarle a la oposición de derecha en Argentina (Y del mundo) si piensan que
son iguales a un trabajador. Como son la reserva moral de la Patria, digo.
Pero
la cosa no empezó con Cristina en nuestro país. Ya en el siglo 19, el educador
y Presidente Domingo Faustino Sarmiento afirmaba que la problemática
sudamericana tenía su causa en la mezcla de sangre española e indígena, cuya
cultura resultante debía ser eliminada mediante la educación pública.
Y ni hablar
de la cruzada llevada a cabo por Mitre y su “tribuna de doctrina”. Para el
genocida de la Guerra de la Triple Alianza nuestra clase dirigente era parte de
la elite caucásica europea, predestinada a civilizar a esta nación poblada de
bárbaros. Y fue a través de la mencionada “tribuna de doctrina”, el diario La
Nación, que se implementa un relato de claro sesgo racista, xenófobo y además
entreguista al colonialismo inglés.
Este relato,
esta construcción de subjetividad, sigue plenamente vigente hoy día.
Recordemos, por
caso, esto que se publicó en el diario El Nacional en el año 1879, después de
terminar la masacre llevada a cabo por Roca en su campaña al “desierto”: “Llegan los indios prisioneros con sus
familias. La desesperación, el llanto no cesa. Se les quita a las madres sus
hijos para en su presencia regalarlos, a pesar de los gritos, los alaridos y
las súplicas que hincadas y con los brazos al cielo dirigen las mujeres indias.
En aquel marco humano, unos se tapan la cara, otros miran resignadamente el
suelo, la madre aprieta contra el seno al hijo de sus entrañas, el padre se cruza
por delante para defender a su familia de los avances de la civilización”.
Textual. Y perfectamente claros el racismo y la xenofobia, visibles
palmariamente hoy día en los partidarios del ajuste en nuestro país.
La
huella que dejó a lo largo del los siglos 19 y 20 la “objetividad” oligarca
puede ser rastreada con mucha facilidad hasta la actualidad, baste recordar los
muchos hechos de violencia como la Semana Trágica y la Patagonia Rebelde,
violencia que fue, es y seguirá siendo hija dilecta de la xenofobia, el racismo
y la más abominable entrega al
imperialismo de turno.
El
pueblo peronista puede dar fe de esa realidad.
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